LA CORRESPONDENCIA DE ESPAÑA 11-11-1910
POR UNAS MULTAS UN
PUEBLO AMOTINADO
Lo que se teme.
ZARAGOZA. (Jueves, noche.)
En el mes de julio último
fueron impuestas multas de 25 pesetas a diez y nueve vecinos de Pastriz.
Negáronse éstos a que los agentes
de la Arrendataria penetrasen en sus domicilios para hacer los
aforos.
Igualmente fueron multados con 50
pesetas cuatro vecinos más.
El Ayuntamiento de Pastriz pidió
que las multas quedaran en suspenso.
La Hacienda desestimó la
petición, y ahora la
Arrendataria intenta hacer efectivas las multas por la
vía de apremio.
El pueblo, por esa causa, se
amotinó ayer.
Hoy el vecindario en masa ha
abandonado las labores del campo, en espera de que empezasen los
embargos, para impedirlos violentamente. Los ánimos están excitadísimos;
pero se contienen en límites de prudencia, esperando que se llegará a
la suspensión del apremio. En caso contrario, los indignados vecinos de
Pastriz amenazan con quemar las casas del arrendatario, D. Antonio Ochoa,
y de sus socios. D. Pedro Hospital y D. Tomás Gracia»
Hasta ahora no han apelado a
procedimientos extremos. Sin embargo, hay que apuntar un incidente, que
es prueba palpable de la indignación de que los vecinos de Pastriz están
poseídos.
El agente de la Arrendataria, D.
Vicente Garcés, vino ayer a Zaragoza. Supuso el vecindario que su
viaje tenía por objeto impedir que los embargos se suspendieran. Tal
fue el efecto que la noticia produjo, que al regresar el agente al pueblo,
las mujeres le increparon, propinándole una paliza, afortunadamente, sin
consecuencias graves.
En Zaragoza se hallan el alcalde
y el secretario del Ayuntamiento de Pastriz. Han llegado para interesar
del gobernador civil y del delegado, de Hacienda el aplazamiento de
la ejecución de las multas.
No han conseguido su deseo,
porque el gobernador se inhibe, y el delegado de Hacienda dice que no
halla formula para complacerles.
También han llegado los
arrendatarios, se supone que para reclamar el apoyo de la fuerza pública.
Urge que se desista de la
ejecución de las multas, a al menos su aplazamiento mientras los
ánimos sigan tan irritados como ahora.
De otro modo, es de temer un día
de luto.
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